Belleza y simpatía.
Sara Pereyra Baras (su nombre artístico simplemente puso delante el apellido materno, tal vez para destacar la influencia de su madre, profesora de ballet, en su aprendizaje) nació en San Fernado, Cádiz en el año 1971. Para que se note que el flamenco no está limitado, Sara no es gitana, lo que no impide que baile como los ángeles.
Desde muy joven trabajó en diversas compañías, empezando a destacar muy pronto, incluso como bailaora infantil. Poco a poco, pero sin dar pasos en falso (importante para alguien que baila, pero pésimo juego de palabras para quien escribe), fue cambiando de compañías según las posibilidades y oportunidades, creando finalmente su propia compañía en 1998, cuando tenía 27 años. Probablemente en un momento en que sus cualidades físicas como bailaora y su madurez como artista y coreógrafa daban un resultado idóneo.
Vamos a verla bailar unas seguiriyas (o por seguiriyas, como parece la forma adecuada de decirlo) para apreciar cómo combina su atractivo y magnética personalidad sobre el escenario con talento, energía y (no olvidemos) un montón de horas de trabajo duro. Las seguiriyas son un palo (variedad) del flamenco que en el baile se caracteriza por la sobriedad, la solemnidad y la majestusidad. No hay prisas en las seguiriyas, nada de lanzarse a lo loco, y Baras consigue transmitirnos esa solemnidad con sus movimientos y actuación. Sí, los bailarines tienen mucho de actores.
Vamos a disfrutar sin más tonterías de mi parte (si alguien sabe del tema y encuentra cualquier error, le agradecería que lo pusiese en los comentarios, así aprenderé más).
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